La hipoacusia consiste en la pérdida parcial de la capacidad de oír. Los factores que pueden producirla son diferentes, y pueden ir desde causas genéticas a una pérdida degenerativa causada por la edad, enfermedades o la exposición a ruidos fuertes (trauma acústico), entre otros.
Se clasifica según su grado de severidad. El grado más bajo es lo que se considera una hipoacusia leve. Los más graves son la sordera profunda, que representa la falta total de audición.
En el aula, los docentes podemos distinguir estas discapacidades auditivas. ¿Cómo clasificarlas? En el caso de la hipoacusia leve, la alumna o el alumno suele presentar dificultad para percibir o captar sonidos bajos o lejanos. Dado que muchas veces los ambientes en donde tiene lugar la clase suelen ser ruidosos, puede pasar desapercibido sino estamos atentos a la situación.
Mientras en un grado moderado la persona necesita hablar en un tono elevado, así los otros captan la información que se quiere transmitir, en una hipoacusia severa la alumna, el alumno o el docente solo percibe sonidos fuertes. Esta situación limita mucho la captación y el desarrollo del lenguaje hablado.
Finalmente, una persona con hipoacusia profunda no percibe el lenguaje hablado. Si esta dificultad se presenta durante el desarrollo prelocutivo, o sea, antes que la niña o el niño aprendan a hablar, necesitarán ayuda para conseguir comunicarse a través del lenguaje.
En el aula, tenemos algunas formas sencillas para detectar estas dificultades auditivas. Las niñas y niños pueden estar muy inquietos o, por el contrario, estar muy callados. También se percibe una dificultad para mantener la atención y un menor rendimiento académico. Una señal clara es cuando se los llama y no siempre responden. Muchas veces, son las propias alumnas y alumnos los que quieren pasar desapercibidos, por ejemplo, sentándose al fondo del aula.
Detectar la hipoacusia en edad temprana es fundamental para ayudar a corregir y evitar que afecte la adquisición del lenguaje. Esta pérdida de la capacidad auditiva también puede incidir en el correcto desarrollo psicológico y social de la niña y el niño.
Para las alumnas y alumnos con hipoacusia, el entorno escolar se vuelve muy exigente. En muchas ocasiones, los audífonos o las prótesis auditivas no cubren todas las necesidades auditivas que requieren las actividades escolares.
Si bien la mayor parte de los colegios y guarderías no están adaptados para niñas y niños con hipoacusia, podemos aportar una acústica adecuada a los ambientes. Para ello, se aconseja evitar o limitar los sonidos de la calle o el patio. También cualquier todo nivel de ruido alto que enmascare la voz del docente.
En lo posible, ubicar a las niñas y niños con mayores dificultades en los primeros bancos, lo más cerca posible del docente. También se puede incorporar un sistema de frecuencia modulada, que ayuda a disminuir la distancia entre el emisor y el receptor.
La detección precoz de dificultades auditivas es primordial para facilitar la integración a su grupo de pertenencia. De esta manera, la niña y el niño podrán desarrollar una atención adecuada en clases, e incrementar su lenguaje. Es importante consultar a un profesional o equipo de profesionales que enseñen a la niña o al niño y a su familia a comunicarse.
Asesoría de Epidemiología de OSDOP
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