El dengue suele presentarse como un cuadro con fiebre alta, dolor muscular y articular intenso, o dolor de cabeza y detrás de los ojos. También puede provocarnos náuseas y vómitos, diarrea y brotes en la piel.
En casos graves, puede haber hemorragias, somnolencia, desmayos, vómitos persistentes que no permiten hidratarse o dolores abdominales muy intensos. Ante estos síntomas o signos de alarma, consultá de inmediato.
En contextos donde hay brotes confirmados de dengue, el diagnóstico suele basarse en los síntomas y el historial epidemiológico de la persona (es decir, si vive o ha estado en una zona con transmisión activa). En estos casos, no siempre se requieren análisis de laboratorio para confirmar el diagnóstico, ya que el tratamiento se inicia en función de los síntomas y el contexto.
Si el médico considera necesario realizar estudios, el procedimiento dependerá del tiempo de evolución de los síntomas y el estado de salud de la persona.
No hay un tratamiento específico para el dengue. Se manejan los síntomas con medicamentos como el paracetamol. Debe evitarse el uso de ibuprofeno o aspirina, que pueden aumentar el riesgo de hemorragias.
Además, es importante protegerse de nuevas picaduras para evitar la propagación del virus.
La prevención es la clave para el control de esta enfermedad. Mantener nuestros hogares y comunidades libres de criaderos de mosquitos es una tarea de todas y todos.
Revisemos nuestros espacios, eliminemos recipientes con agua acumulada y adoptemos medidas de protección para reducir el riesgo de enfermedad. Con pequeñas acciones, entre todos podemos prevenir el dengue.
Gerencia de Prestaciones de Salud de OSDOP
Te invitamos a visitar nuestro blog BienEstar donde se puede consultar medidas de prevención para esta enfermedad, la epidemia del dengue, y la diferencia con el zika y la chikungunya.