Como sucede con varias enfermedades, la predisposición hereditaria es, en el caso de la diabetes, uno de los factores de riesgo a tener en cuenta para su diagnóstico. En niñas y niños pequeños, por ejemplo, los pediatras deben conocer los antecedentes de familiares con la enfermedad, sobre todo si se trata de parientes directos como padres o hermanos.
El sobrepeso y la obesidad, así como el colesterol alto y la hipertensión arterial, son factores a considerar de forma detallada. La enfermedad cardiovascular también puede predisponer a la persona a sufrir diabetes.
Una actividad física insuficiente y el consumo de tabaco son factores modificables, y está en la voluntad de la persona hacer algún cambio de conducta. Llevar una vida saludable también requiere de nuestro propio esfuerzo.
Una de cada diez mujeres embarazadas pueden presentar diabetes gestacional. Los obstetras realizan los estudios pertinentes. En esta etapa, el cuerpo de la mujer está más sensible a los cambios. A su vez, los bebés nacidos con un peso mayor a cuatro kilogramos también pueden dar indicio que la madre es una persona diabética.
Si presentamos uno o más de estos factores de riesgo, el médico estudiará nuestra glucemia en ayunas. Si el resultado es normal y no presentamos señales de la enfermedad, debemos repetir el estudio cada tres años. El médico también puede considerar hacerlo con más frecuencia.
Cuando en un control de laboratorio se observan niveles de glucemia altos, aunque no lo suficiente para confirmar diabetes, el profesional puede sospechar que se encuentra ante lo que se denomina “prediabetes”. A su criterio, el médico podrá requerir de otros estudios. El estudio de Hemoglobina Glicosilada (HbA1C) puede confirmar o no la presencia de la enfermedad. En este caso, se indica la hemoglobina que capta el exceso de glucosa que circula en nuestra sangre.
Asesoría en Epidemiología de OSDOP
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