En el mundo, se estima que 9 de cada 10 personas estamos respirando, en estos momentos, aire contaminado. Esta problemática de salud ambiental puede afectar el desarrollo de nuestros pulmones. Además, la falta de aire limpio puede implicar el desarrollo de enfisemas, asma y EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), entre otras enfermedades respiratorias.
Tanto las emisiones de los motores como los combustibles no limpios utilizados, por ejemplo, en ciertas estufas o lámparas, resultan contaminantes. Este tipo de alteración del aire puro se encuentra diseminada en casi todo el planeta. El hecho de que no sea visible en la atmósfera tampoco es garantía de que el aire sea saludable.
Los contaminantes microscópicos del aire son capaces de sobrepasar las defensas de nuestro organismo. Pueden penetrar profundamente en nuestro sistema respiratorio y en nuestro aparato circulatorio. De esta manera, pueden causarnos daño en los pulmones, el corazón y el cerebro.
Como podemos advertir, la contaminación del aire afecta gravemente nuestra salud. Se atribuye como causa de un tercio de las muertes por accidentes cerebrovasculares, cáncer de pulmón y cardiopatías. Su efecto es equivalente al de fumar tabaco, y puede ser mucho más grave que ingerir demasiada sal.
Si bien la mayoría de las fuentes de contaminación del aire están fuera del control de las personas, podemos demandar políticas para reducir su impacto en el medio ambiente y nuestra salud. Los representantes locales, nacionales y regionales deben tomar medidas de planificación urbana, energía, transporte, gestión de desechos y agricultura que garanticen a la comunidad aire más limpio.
A su vez, nosotros también podemos adquirir hábitos que alivianen la emisión de contaminantes a la atmósfera. Cambiar el uso de vehículos a combustión cuando podemos transportarnos a pie o en bicicleta también contribuye de manera directa con nuestro cuerpo.
Tanto la Organización Panamericana de la Salud (OPS) como la Organización Mundial de la Salud (OMS) promueven mejorar la calidad del aire desde el interior de nuestros hogares. En este sentido, podemos desde planificar una ventilación correcta hasta maximizar el uso adecuado de los artefactos de calefacción y cocina.
También debemos prestar atención al uso de diversos aerosoles, limpiadores y plaguicidas domésticos, entre otros productos que pueden resultar contaminantes. En lo posible, incorporar artefactos con fuentes de energía renovables (solar) o de baja emisión.
Reducir el uso de plástico y separarlo para su reciclado no solo evita la contaminación que produce su posible combustión; su degradación en pequeñas partículas comenzó a encontrarse, además del agua y la tierra, en el aire.
Asesoría en Epidemiología de OSDOP
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