Las emociones no son buenas ni malas, son necesarias. Son formas de entender lo que nos rodea, y ante ello expresarnos. Cada emoción nos está diciendo algo, por eso comprenderla es la clave para cuidar nuestra salud mental.
Cuando las cosas no salen como queremos nos sentimos frustrados. Aprender a resolver el problema, pidiendo ayuda si es necesario, es una buena forma de encausar esta sensación negativa. Por su parte, el miedo nos permite estar alerta, tomar precauciones, compartir nuestros temores con personas de confianza.
Podemos aceptar la tristeza observando qué es aquello nos conmovió. Esto nos permite tomar cierta distancia, aunque la emoción persista, y esperar el momento en que se aliviane. Hay varias emociones que pueden incomodarnos. Reconocerlas nos va a permitir hacer que fluyan y encontrar más rápidamente la sensación de bienestar.
A su vez, las emociones positivas como la alegría, siempre es mejor compartirlas. Expresar lo que siento con las personas que me rodean tiene poder, y contagia. También podemos hacer de aquello que nos hace bien un hábito: escribir, dibujar, bailar, hacer deportes, socializar, entre tantas actividades que nos pueden poner en modo positivo.
En más de un momento de nuestras vidas, todas y todos vamos a sentir tristeza. Aceptarla, no reprimirla, va a permitirnos que el proceso de duelo se desarrolle con normalidad. Si reflexionamos sobre aquello que nos entristece, en principio, vamos a estar poniendo en valor objetivos y cuestionando creencias. Debemos entender qué de esa situación adversa nos está empujando a una readaptación que nos permita recuperar el bienestar.
En este sentido, desarrollar resiliencia emocional exige reestructurar los pensamientos negativos. Aprender de la experiencia nos fortalece emocionalmente ante las adversidades venideras.
Por otro lado, llevar una vida activa, dándole protagonismo a aquello que mejora nuestro estado de ánimo, siempre es un gran apoyo en lo emocional. Para estar bien, la mente necesita de una vida saludable con ejercicio físico, una dieta equilibrada y un buen descanso.
El aire libre y la naturaleza son atmósferas que transmiten sensaciones positivas. Respirar con calma, practicar la atención plena y pensar el presente sin juzgar pueden ser la llave que nos permita manejar mejor nuestras emociones.
Hay momentos en que las emociones consiguen desbordarnos. Una emoción que no podemos manejar, o que ha permanecido demasiado tiempo con nosotros, puede afectar nuestra salud mental de forma profunda. Si nos sentimos de esta manera, necesitamos pedir ayuda.
Buscar aquellas personas de nuestra confianza. Si no las encontramos en nuestro entorno, buscar redes de apoyo con personas que nos escuchen, que presten su hombro, que nos comprendan.
Seguramente, son muchas las personas que han pasado por lo mismo que estamos atravesando. Siempre hay una salida, y tal vez solo consigamos llegar a ella acompañados por alguien que conozca el camino y nos contenga.
A veces, las actividades que nos hacen bien, las charlas con personas y la cercanía de nuestros seres amados no alcanzan para que esas emociones negativas se vayan. Podemos estar necesitando ayuda profesional. Además de escucharnos, un especialista en salud mental puede brindar su perspectiva y, si fuese necesario, el tratamiento que nos encamine hacia el bienestar.
Contactos
Si necesitás ayuda o alguien que conozcas la necesita, podés comunicarte al 0800 345 1435, una línea gratuita y confidencial con profesionales disponibles las 24 horas del días todos los días de la semana.
Si estamos en Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, podemos comunicarnos a la línea 135.
Fuentes
Si querés conocer más sobre el cuidado de nuestra salud mental, te invitamos a leer las siguientes notas.