A lo largo de la vida, llevar una alimentación sana no solo ayuda a prevenir diferentes enfermedades no transmisibles, malnutrición y trastornos alimenticios. Priorizar el consumo de alimentos frescos por sobre los procesados y ultraprocesados es una de las claves para mantener una dieta que beneficie nuestra salud.
El estilo de vida actual nos empuja a elegir rápido, tentarnos fácil y comer ligero. Muchas veces, no prestamos atención a lo que estamos comiendo. Esto puede llevarnos a consumir alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres, sal y sodio en exceso.
Así como un tomate, una salsa y el kétchup difieren notablemente de sabor y consistencia, su valor nutricional y energético también es muy distinto. Entender la procedencia de cada alimento es fundamental para reforzar nuestros buenos hábitos alimenticios.
No todos tenemos la posibilidad de tomar una manzana madura de un árbol. Tampoco cosechar nuestros zapallos o recoger los huevos de un gallinero. Sin embargo, no hay que vivir en el campo o tener nuestra propia huerta para consumir alimentos naturales.
Los alimentos frescos son todos aquellos que se obtienen de plantas y animales, y llegan a nuestra mesa sin sufrir ningún tipo de alteración industrial. Las frutas y verduras de estación, los granos y legumbres, las carnes, mariscos y huevos, conservan perfectamente sus propiedades nutricionales.
En algunos casos, pueden sufrir un mínimo procesamiento de limpieza o para su conservación. Sin embargo, no son alterados con la adición de otras sustancias. Es el caso de las frutas y verduras congeladas, las carnes envasadas al vacío, la leche en polvo o líquida, las legumbres secas y cereales como el trigo y el arroz.
Los métodos de procesamiento de los alimentos pueden ser desde la cocción y preparación hasta una fermentación no alcohólica. Suelen tener como objetivo estirar la fecha de vencimiento del producto, aunque también pueden modificar su aroma, textura y sabor. En su mayoría, se les agregan grasas, aceites, azúcares o sal, entre otros ingredientes.
En general, se presentan como versiones modificadas de los alimentos naturales. Podemos tomar como ejemplo el atún, las arvejas, el choclo y los duraznos enlatados. También los quesos, yogures, panes y pastas artesanales. Son considerados alimentos procesados los pescados, mariscos y carnes saldas y curadas, así como las frutas, verduras y legumbres en conserva.
Si bien el sabor de estos alimentos suele resaltar por sobre los naturales, los nutricionistas recomiendan que su consumo sea moderado.
Estos alimentos industriales se producen a base de sustancias extraídas o derivadas de alimentos naturales. Llevan incorporados aditivos y conservantes con exceso de azúcares libres, grasa total, grasas saturadas, sal y sodio. A su vez, se añaden ingredientes cosméticos para modificar su color, sabor y textura, muchas veces tratando de imitar o simular los alimentos frescos.
En su composición, estos productos están nutricionalmente desequilibrados. Su contenido de vitaminas, proteínas, fibras y minerales es bajo en comparación con los otros grupos.
Entre los alimentos ultraprocesados se destacan las bebidas azucaradas, las galletitas, las golosinas y los helados. También los fiambres, embutidos, chacinados y aderezos, entre tantos productos que ocupan gran parte de las góndolas de los supermercados.
Si bien los alimentos ultraprocesados son prácticos para un consumo ligero y sus sabores están bien marcados, alejarlos de nuestros hábitos alimenticios va a beneficiar nuestra salud en muchos aspectos.
Su consumo habitual promueve el aumento de peso, la obesidad y enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Priorizar los alimentos frescos por sobre los ultraprocesados no solo va a alejarnos de enfermedades. También va a permitirnos conseguir un crecimiento y un desarrollo más saludable de nuestro organismo.
Una dieta natural también va a permitirnos enfrentar de mejor manera las enfermedades. Además, tendremos la energía necesaria para afrontar múltiples actividades diarias; hasta puede quedarnos reserva para realizar ejercicios físicos.
Hacer la comida en casa nos permite comprobar la calidad de los alimentos que vamos a ingerir. Si planificamos nuestro menú semanal podremos organizarnos mejor con las compras, además de evitar tentarnos con productos ultraprocesados con poco valor nutricional.
En lo posible, comprar alimentos a pequeños productores nos va garantizar comer productos más frescos y con el mínimo proceso de conservación.
Fuentes
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