En la sociedad circulan muchos mitos y prejuicios sobre las personas con discapacidad. Podemos mencionar la generalización positiva e infantilizada de los sujetos, que los concibe como eternos niños, “angelitos”, asexuados, entre otras caracterizaciones. También se presupone la idea de que no pueden ser independientes y/o autónomos, excluyéndolos del mundo laboral, de la posibilidad de vivir solos, etc. Algunas veces, se los trata de personas agresivas, hasta peligrosas. Como también el consenso generalizado suele indicar que las personas con discapacidad precisan educación y/o formación diferenciada.
La discapacidad es un concepto que evoluciona según el paradigma. ¿Qué entendemos por esto? Que resulta de la interacción entre las personas con discapacidad y las barreras que evitan su participación plena y efectiva. Las mismas se alzan debido a la actitud o al entorno donde estas personas se desarrollan.
El Síndrome de Down, por caso, no es considerado una enfermedad. Se trata de una alteración genética en el cromosoma 21, conocida como trisomía 21. Este cromosoma determina la expresión genotípica, es decir, la información de cómo somos: color de pelo, altura, color de piel, etc. Al presentarse una alteración en el mismo, la persona obtiene rasgos fenotípicos y características fisonómicas particulares. A su vez, pueden asociarse a problemas de salud como cardiopatías, trastornos endocrinológicos, alteraciones gastrointestinales y diversos trastornos motores.
Desde un abordaje integral de la salud, el aprendizaje y las habilidades que desarrollamos no dependen solo de las características genéticas. Resultan fundamentales tanto el entorno como los estímulos que recibimos. Los prejuicios suelen estar alineados a “no van a poder hacer” montones de cosas. Lo que ocurre en realidad es que esos mitos son los que terminan por anular a las personas.
La forma en que nos expresamos define y difunde maneras de ver el mundo y de entender a las personas. Esto tiene consecuencias en el respeto de sus derechos. Por eso, resulta de vital importancia expresarnos de manera correcta: son personas con discapacidad. Cuando se lo reduce a lo puramente orgánico, sustituyendo el nombre propio por el síndrome, se está cosificando a la persona.
Con el fin de propiciar su participación plena y en igualdad de condiciones, basándonos en las Naciones Unidas, hay que brindar a las personas con discapacidad el acceso a la atención de su salud, a programas de intervención temprana y a una enseñanza inclusiva. Garantizar estos derechos es vital para su crecimiento y desarrollo.
Por un decreto establecido por la Organización de las Naciones Unidas, se designó el 21 de marzo “Día Mundial del Síndrome de Down”. La elección de la fecha es representativa de la trisomía 21: “3” cromosomas en el par “21”; mes 3, día 21. La puesta en valor de esta efeméride busca generar una mayor conciencia sobre el Síndrome y recordar la dignidad inherente, la valía y las valiosas contribuciones de las personas con discapacidad como promotores del bienestar y de la diversidad.
Departamento de Discapacidad – Sede Central – Gerencia de Prestaciones de Salud – OSDOP
Fuentes:
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