
Revisar la salud ocular es importante en todas las etapas de la vida. Desde los primeros días, los bebés deben ser evaluados para detectar afecciones congénitas. Aquellos que nacen de forma prematura tienen mayor riesgo de desarrollar enfermedades oculares, por lo que requieren un seguimiento especializado.
A los tres años y antes de comenzar la escuela primaria resulta fundamental repetir los controles para identificar problemas que puedan interferir en el aprendizaje. Durante la adolescencia también se recomienda una revisión para detectar cambios propios del desarrollo.
A partir de los 18 años, las consultas periódicas con el oftalmólogo permiten detectar enfermedades que, en sus etapas iniciales, suelen ser silenciosas pero pueden avanzar hasta provocar daños irreversibles. Entre ellas, el glaucoma es la principal causa de ceguera irreversible en el mundo, aunque puede detectarse con una simple toma de presión ocular.
La maculopatía, que afecta la visión central, y las cataratas, que suelen confundirse con una pérdida de nitidez, también requieren diagnóstico profesional para su detección temprana.
Otras afecciones frecuentes, como la conjuntivitis o los orzuelos, no comprometen la visión de forma permanente, pero sí demandan cuidados para evitar complicaciones. Por su parte, las personas con diabetes necesitan controles más frecuentes, ya que la enfermedad puede afectar la retina y poner en riesgo la visión.
Para muchas personas, los anteojos se han convertido en un accesorio destacado de su estilo personal. Sin embargo, más allá de lo estético, cumplen un rol fundamental en el cuidado de la salud ocular. Elegirlos únicamente por apariencia, sin ajustarlo a las necesidades visuales, puede generar consecuencias negativas.
El uso de lentes de sol sin certificación oftalmológica expone a la retina a la radiación ultravioleta. En este sentido, es importante asegurarse que posean una protección UV al 100 % (etiquetado como UV 400), que bloquee tanto rayos UVA como UVB.
Los vicios de refracción son alteraciones muy comunes que afectan la capacidad de enfocar. Si bien no se curan, pueden corregirse mediante el uso adecuado de anteojos.
La miopía, por ejemplo, dificulta la visión de objetos lejanos, mientras que la hipermetropía afecta el enfoque cercano. Por su parte, el astigmatismo produce visión borrosa tanto de cerca como de lejos. A partir de los 40 años se suma la presbicia, que genera dificultades para ver de cerca.
Al momento de adquirir anteojos nuevos —de sol, de lectura o de contacto— es fundamental contar con una receta actualizada. Ver bien no siempre significa tener una visión saludable.
Por estar siempre en contacto con superficies y con los propios ojos, las manos deben mantenerse limpias para evitar que se conviertan en un vehículo de infecciones. También es importante evitar los contrastes intensos de luz al leer o trabajar, y procurar que el objeto al que se dirige la mirada no esté en movimiento ya que esto favorece la fatiga visual.
En la actualidad, el uso prolongado de pantallas es una de las principales causas de cansancio ocular. Permanecer muchas horas frente a computadoras o celulares genera sequedad, visión borrosa y sensación de pesadez en los ojos. Mantener la pantalla a una distancia adecuada, evitar acercarse demasiado al rostro e incorporar pausas para relajar la vista contribuye a descansar la musculatura ocular.
En niñas y niños, el cuidado visual incluye también regular la exposición a pantallas. Se recomienda que no superen las dos horas diarias y que estas actividades se alternen con momentos al aire libre, fundamentales para un desarrollo visual saludable.
Fuentes
Te invitamos a leer más notas sobre prevención de enfermedades y a seguirnos por Instagram y Facebook.