Durante los meses más fríos del año, los cuadros de enfermedades respiratorias aumentan. Entre ellos, el Virus Sincicial Respiratorio (VSR) puede provocar fuertes afecciones, principalmente, en bebés, niñas y niños pequeños. También agrava enfermedades preexistentes, comprometiendo la salud tanto de personas mayores como de adultos con padecimientos crónicos.
Inicialmente, la infección por VSR suele manifestarse con síntomas en las vías respiratorias superiores: secreción nasal, congestión, tos y estornudos. La mayoría de los casos se presenta de manera similar a un resfrío común, muchas veces con más mocos y cansancio. En adultos sanos, esta infección suele ser leve.
Sin embargo, en lactantes y personas con factores de riesgo, el virus puede derivar en bronquiolitis, neumonía, dificultad respiratoria o apnea. Estas complicaciones muchas veces requieren atención médica urgente y, en algunos casos, internación.
El virus se transmite por el aire, a través de gotas respiratorias que circulan entre personas al hablar. También puede contagiarse por contacto directo con superficies donde estén depositadas secreciones como saliva y mocos.
Es importante lavarse las manos con frecuencia y no compartir vasos, bombillas ni cubiertos. Ventilar ambientes a pesar del frío para no permitir la concentración del virus y cubrirse al toser o estornudar son hábitos que ayudan a evitar su expansión.
Sin embargo, tanto la facilidad de transmisión del VSR como su agresiva forma de afectar la salud respiratoria de determinadas personas, hacen que la vacunación resulte indispensable para su prevención efectiva.
La vacuna contra el VSR es fundamental para prevenir cuadros graves de la enfermedad. En Argentina, desde 2024 forma parte del Calendario Nacional de Vacunación. Se aplica de manera gratuita a personas gestantes, mayores de 60 años y adultos entre 18 y 59 años con enfermedades crónicas como asma o diabetes.
Durante el embarazo, la vacuna se aplica entre las semanas 32 y 36 de gestación. Los anticuerpos pasan al bebé, protegiéndolo hasta sus primeros 6 meses de vida. Esta medida busca proteger la salud de los recién nacidos, reduciendo además la necesidad de cuidados intensivos e internaciones neonatológicas por infecciones respiratorias.
En niñas y niños, la carga viral suele ser más alta que en adultos sanos. La vacunación puede prevenir que el VSR se transforme, por ejemplo, en una neumonía severa. En el caso de enfermedades crónicas, reduce la posibilidad de complicaciones que puedan llevar a la internación.
En personas con enfermedades pulmonares crónicas (asma, EPOC), patologías cardiovasculares (insuficiencia cardíaca, enfermedad coronaria), diabetes o enfermedades hepáticas, renales o neuromusculares, la vacuna reduce significativamente el riesgo de desarrollar afecciones más graves.
También es importante su aplicación en personas con inmunosupresión por cáncer, trasplantes u otros tratamientos que lleven a una disminución de la actividad del sistema inmunitario.
Fuentes
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