En nuestra primera etapa de vida, la leche materna es un alimento irremplazable. Para nuestro desarrollo como seres humanos, la lactancia es eficaz tanto desde el punto de vista nutricional como psicológico.
Hasta los seis meses, el lactante no necesita ingerir otro alimento ni hidratarse con agua. La leche materna le aporta todos los nutrientes necesarios.
A partir de los seis meses, las y los bebés necesitan alimentos sólidos para recibir una cantidad adecuada de calorías, proteínas, hierro y otros oligoelementos como el zinc. Esto no significa que debamos dejar de amamantar.
Después del sexto mes, la lactancia materna ayuda a disminuir el riesgo de anemia gracias a su alto contenido de lactoferrina. Esta proteína, por ejemplo, mejora la absorción del hierro durante este período en donde el bebé comienza la alimentación complementaria.
Cumplir o superar el medio año de lactancia se asocia con una reducción del 19 % de riesgo de padecer leucemia en la niñez. A su vez, baja un 60 % el riesgo de muerte súbita infantil.
Asimismo, debemos tener en cuenta que la introducción temprana de otros alimentos puede causarle problemas al bebé. Es por eso que los pediatras sugieren mantener la alimentación con leche materna de forma complementaria, hasta por lo menos los dos años de edad.
La lactancia materna también genera un gran apego entre la madre y su bebé. Este proceso de vinculación se produce durante la etapa prenatal y posnatal, y puede quedar consolidado después del año de vida.
La lactancia y el apego forman parte de lo que se considera una maternidad saludable. En el caso de la madre, la lactancia disminuye el sangrado post parto. A largo plazo, también se asocia a una disminución del riesgo de cáncer de mama y de ovario. A su vez, favorece un mayor período de amenorrea (ausencia de menstruación), teniendo un efecto anticonceptivo, además de ayudar a la baja de peso.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la lactancia materna prolongada reduce el riesgo de sobrepeso y obesidad en un 13 %. Esto contribuye a combatir enfermedades no transmisibles causadas por la obesidad. A su vez, disminuye en un 35 % la posibilidad de padecer diabetes tipo 2.
La suspensión de la lactancia debe ser un proceso gradual. Se trata nada menos que de sustituir la leche materna por otras fuentes de nutrición. El destete no tiene por qué ser drástico.
Se pueden llevar a cabo diferentes estrategias, lo importante es pensar aquella que mejor se adecúen a las posibilidades de la madre (situación laboral, horarios) y las necesidades del bebé. Una de las estrategias puede ser destetar durante el día, y amamantar durante la noche.
Asesoría en Epidemiología de Osdop
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