La llegada del frío favorece la propagación de enfermedades virales por el aire. Cada invierno, la aparición de la gripe se vuelve recurrente gracias a su facilidad de transmisión. También conocida como influenza, este virus se contagia de persona a persona a través de gotas que provienen, principalmente, de nuestras vías respiratorias. La tos, los estornudos o, simplemente, al hablar, son algunas de las formas que tiene la gripe para propagarse entre quienes nos rodean.
Sus síntomas suelen presentarse 48 horas después del contagio. Los más comunes son la congestión nasal, la tos y los dolores en la garganta, la cabeza y los músculos. Además, pueden presentarse dificultad para respirar, fiebres mayores a 38 grados y hasta neumonía.
Si bien la mayoría de las personas se recupera sin tratamiento en una o dos semanas, hay grupos de riesgos en los que el virus puede ocasionar complicaciones. Las niñas y niños menores de cinco años, los adultos mayores de 65 años y las mujeres embarazadas son más propensos a cursar una sintomatología agravada.
En algunos casos, la gripe puede poner en riesgo la vida. Personas con enfermedades o condiciones crónicas respiratorias, cardíacas, renales, inmunosupresión o cáncer deben tener especial cuidado de no contraer el virus. En personas con diabetes, obesidad o trasplantes, el virus de la gripe también puede provocar otras afecciones graves a la salud.
Algunas acciones como estornudar en el pliegue del codo y hablar a cierta distancia pueden ayudar a que no se propague con tanta facilidad. De igual manera, es importante aislarnos si sospechamos que incubamos el virus o cursamos la enfermedad. De esta manera, no estaremos poniendo en riesgo la salud de otras personas.
A su vez, la manera más efectiva de prevenir la gripe es a través de la vacunación. Lo ideal es aplicarla antes del comienzo del invierno, etapa de mayor circulación del virus. La vacuna no solo nos protege de la enfermedad, también reduce las complicaciones que puede ocasionar el virus de la influenza y disminuye tanto las secuelas como el riesgo de vida.
La vacuna antigripal está incluida en el Calendario Nacional de Vacunación para las niñas y niños de seis a 24 meses, los mayores de 65 años y las personas con factores de riesgo de entre dos y 64 años.
También pueden aplicársela mujeres embarazadas, ya que además estarán protegiendo al bebé en gestación. En caso de no haberlo hecho durante el embarazo, pueden recibir la vacuna antigripal hasta diez días después del parto.
En cualquiera de estos casos no se requiere prescripción médica. Aquellas personas con alguna de las enfermedades preexistentes antes mencionadas, deben presentar la documentación correspondiente en el vacunatorio.
También debe aplicarse una dosis anual de la vacuna el personal tanto de salud como aquel considerado estratégico para las funciones del estado.
Las personas que no están dentro del grupo de riesgo pueden recibir la vacuna presentando una orden médica. Es importante llevar el carnet de vacunación para dejar asentada la aplicación.
La vacuna antigripal se brinda de forma gratuita en hospitales, vacunatorios y centros de salud públicos de todo el país.
Uno o dos días después de la aplicación, podemos sentir fiebre, malestar, fatiga, incluso escalofríos y sudoración. También son comunes los dolores de cabeza, musculares y articulares. Sin embargo, no debemos preocuparnos si estas reacciones adversas son leves.
Además, en la zona de aplicación podemos tener hinchazón, enrojecimiento, endurecimiento y manchas en la piel. Estas reacciones suelen desaparecer sin necesidad de tratamiento médico.
Existen algunas contraindicaciones por las cuales no se debe aplicar la vacuna. Por ejemplo, si en una aplicación anterior tuvimos alguna reacción alérgica grave o el síndrome de Guillain-Barré, una nueva dosis podría ponernos en riesgo.
Para más información podemos leer la Guía rápida sobre la vacunación antigripal 2025. También se puede constatar el Calendario Nacional de Vacunación 2025 en el siguiente link.
Fuentes