El estilo de vida actual empuja hacia una vida cada vez más sedentaria. Las personas suelen pasar muchos de sus ratos libres en el sillón o recostados en la cama, probablemente, mirando una pantalla. Sin embargo, el cuerpo y la mente necesitan un equilibrio activo.
La actividad física es uno de los pilares que sostiene el bienestar de las personas. Si bien durante la niñez, adolescencia y juventud se tiene la capacidad de manejar distintos esfuerzos e intensidades, con los años el cuerpo demanda más tiempo de recuperación y mayor equilibrio de energía.
Entre los 5 y 17 años el físico está en desarrollo, por lo que actividades aeróbicas deben ser intensas. En esta etapa es necesario fortalecer músculos y huesos, por lo menos, tres veces por semana. Las actividades físicas pueden ser de moderadas a intensas, y de 60 minutos al menos.
Durante la edad adulta, de 18 a 64 años, el cuerpo ha dejado de crecer. Para estar saludable, demanda de 50 a 100 minutos de actividades aeróbicas moderadas, por lo menos tres veces a la semana.
También podemos cambiar o rotar estos ejercicios medianamente livianos por actividades más intensas de entre 25 y 50 minutos. En esta etapa de la vida, se recomienda además realizar ejercicios de fortalecimiento muscular dos o más veces por semana.
Si bien siempre es mejor promediar los tiempos y esfuerzos más altos, exigir al cuerpo de más puede volverse contraproducente. Con la edad, las lesiones son más recurrentes, y el tiempo de recuperación más extenso. En este sentido es fundamental terminar los ejercicios con una buena elongación.
A partir de los 65 años, podemos mantener la misma intensidad que antes, siempre que la actividad física se haya convertido en un hábito y el cuerpo esté bien entrenado. En esta etapa es importante mejorar la capacidad funcional de todo el cuerpo.
Además, se deben sumar ejercicios centrados en el equilibrio, y el entrenamiento debe contemplar un esfuerzo muscular de moderado a mayor, tres o más días a la semana.
Si al llevar a cabo la actividad física la persona puede hablar y mantener una conversación prolongada, sin agitarse de más, la intensidad de los ejercicios es leve. Poder cantar durante la actividad es otro indicio de permanecer en el nivel más bajo.
En una intensidad moderada quien está ejercitando va a poder hablar, pero no entonar su canción favorita. La conversación va a estar mediada por pausas que permiten recuperar el aire.
Cuando se ejercita a intensidad elevada, directamente, la persona no puede hablar. Tal vez puede emitir algún monosílabo. Sin embargo, una palabra o frase corta puede descompensar su respiración.
Si bien el cuerpo humano también necesita de pausas, una buena rutina para dormir y un sueño reparador deberían ser descanso suficiente. A su vez, el tiempo de ocio sedentario debe ser limitado ya que puede incidir en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y cáncer.
Por su parte, hacer ejercicio físico de forma regular reduce las posibilidades de desarrollar enfermedades no transmisibles. Llevar una vida activa aporta beneficios a la salud y ayuda a mejorar la calidad de vida de todos y todas las personas.
Fuente
Ministerio de Salud de la Nación
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