Durante el verano la radiación solar se vuelve muy peligrosa para la salud de la piel. En este sentido, el uso de protector solar resulta un aliado para evitar que los rayos ultravioletas la dañen de forma directa. Sin embargo, resulta necesario tomarnos unos minutos para su aplicación en el cuerpo y respetar algunos pasos para que su acción en la piel sea efectiva.
Los especialistas recomiendan destinar al rostro unos 5 milímetros (una cucharita aproximadamente). Pare el resto del cuerpo alrededor de 30 milímetros, lo que equivale a dos cucharadas soperas para tener como referencia.
No hay que olvidar las zonas de la piel que son menos visibles como las orejas, la nuca, el dorso de las manos y los pies. También el hueco detrás de las rodillas.
Una vez aplicado el protector solar, debemos esperar entre 15 y 20 minutos antes de exponernos directamente al sol. La mayoría de los filtros contienen sustancias químicas que actúan una vez que son absorbidas por la piel.
Aunque estemos utilizando filtros con alto FPS (factor de protección solar), debemos volver a aplicarnos cada dos o tres horas.
Si bien algunos protectores detallan ser “resistentes al agua”, dicha característica se calculada para baños cortos y en agua dulce. Si permanecemos sumergidos durante largos períodos de tiempo, o la sal y la arena del agua presentes en el agua remueven parte del protector, resulta necesario renovar su aplicación debajo de la sombra y sobre la piel seca.
La aplicación del protector solar no se remite a las horas pico -entre las 10 y las 16 – solamente. Si bien las radiaciones UVB (ultravioletas B) son más intensas en dichos horarios, las UVA (ultravioletas A) son también dañinas, aunque no quemen la piel de forma directa. Estas radiaciones se despliegan durante todo el día, desde que amanece hasta que oscurece.
A su vez, el cuidado con filtros también debe hacerse en días nublados. Entre un 50 y un 85 por ciento de las radiaciones ultravioletas atraviesan las nubes, siempre dependiendo de su densidad.
Por su parte, la sombra no es ciento por ciento protectora. Por ejemplo, va a depender cuan frondoso sea el árbol o las características de la tela de la sombrilla debajo de las cuales nos estemos refugiando. También hay determinadas superficies, como la arena, que reflejan las radiaciones. Ese “rebote” puede afectarnos aunque no se trate del sol que nos “pega” de forma directa. A la sombra, se calcula que las radiaciones solares pueden mermar solo un 50 por ciento.
A medida que nos bronceamos no debería bajar la intensidad del protector solar. Una piel bronceada solo equivale a tener un protector de 4 FPS (factor de protección solar). Esto resulta poco como para cambiar las características iniciales del filtro.
En el caso de los niños, debemos utilizar protectores a partir de los seis meses, y siempre que sean formulaciones pediátricas (los físicos o minerales son los más recomendados).
Por último, no tenemos que olvidar que el uso de protector solar debe complementarse con otras medidas como evitar las horas donde las radiaciones tienen mayor intensidad. También el uso de sombreros, lentes y ropa adecuada.
Asesoría en Epidemiología de OSDOP
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