Una pausa en nuestras actividades, un recreo en el trabajo o sencillamente un momento de tranquilidad antes o después de irnos a dormir, es suficiente para cambiar nuestro estado mental y físico. Practicar respiración consciente puede tomarnos apenas cinco minutos, pero tiene un gran impacto positivo en nuestra salud.
Entre sus beneficios se encuentra el manejo del estrés y la posibilidad de acceder un bienestar emocional. También ayuda a controlar la ira, la ansiedad, y despejar las emociones y los pensamientos negativos.
Para ello debemos, por unos instantes, buscar que nuestra mente esté en calma. La atención plena necesita de práctica, y la respiración es uno de los caminos más accesibles para lograrla. El objetivo es separar los pensamientos de los sentimientos. De esta manera, no solo se estabiliza nuestra atención sino que, además, nos va a ayudar a tolerar mejor los sentimientos desagradables.
Por otro lado, la respiración consciente facilita a nuestro organismo el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono con el medio ambiente. Durante la exhalación también se relajan los músculos y se eliminan las tensiones.
Para llevar a cabo una respiración consciente debemos buscar un lugar tranquilo, si es posible, en silencio. Sentarnos en una silla, de forma recta. Nuestra cabeza y hombros deben estar cómodos, relajados. Debemos ubicar ambas manos en nuestro estómago, y comenzar a respirar.
Al inspirar, contar hasta cuatro de forma lenta. Esperar tres segundos para darle más tiempo al intercambio de aire dentro de nuestro organismo. Finalmente, expirar contando hasta ocho. Durante el proceso, es importante que nuestra mente esté focalizada en la expansión y contracción del estómago.
Después de algunas repeticiones, debemos volver a respirar de forma normal sin dejar de pensar en lo que estamos haciendo. Después de unos minutos de esta práctica vamos a comprobar cómo nuestra mente consiguió estar en calma. Seguramente, también se ha reducido notoriamente nuestros niveles de ansiedad.
Otras técnicas de respiración pueden variar en la cantidad de segundos. Lo importante es escucharnos a nosotros mismos. Si aparecen pensamientos, algo normal durante la práctica, es importante no emitir juicios ni juzgarnos a nosotros mismos. Darnos cuenta que estamos divagando es un buen comienzo, ya que nos permite volver a centrarnos en la respiración y ser consciente de ello.
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