En notas anteriores estuvimos dando recomendaciones para cuidar la piel de los rayos ultravioletas. En verano, los efectos de la exposición al sol suelen ser más agresivos, y cualquier descuido puede provocar que nuestra piel se dañe en pocos minutos. Si bien hay pieles más delicadas que otras, nadie queda exento a quemaduras solares.
Por eso, la primera medida es evitar exponer la zona del cuerpo afectada nuevamente al sol. Una consulta oportuna con el dermatólogo o con un médico clínico nos permitirá tener un diagnóstico concreto sobre el grado de la lesión y el tratamiento a seguir.
Para aliviar el dolor se pueden tomar baños con agua fría o tibia por lo menos tres veces al día. Al salir de la ducha, y luego de secarse, humectar la piel con cremas dermatológicamente aprobadas, idealmente sin perfumes.
Eventualmente, se pueden utilizar cremas como la Hidrocortisona, que pose corticoides de baja capacidad de penetración a través de la piel. Sin embargo, las mismas deben ser aplicadas durante pocos días y de forma exclusiva en la zona afectada puntualmente.
En algunos casos, se puede agregar la toma de antiinflamatorios como el Ibuprofeno. Esta medida también debe ser limitada en escasos días. Antes de ingerir el medicamento, es importante confirmar que no tengamos contraindicaciones para su uso. También algún antihistamínico puede ayudarnos a disminuir la picazón.
En el caso de que se nos hayan generado ampollas por las quemaduras solares, es importante no romper las mismas de manera intencional. El techo de las ampollas actúa como barrera protectora de la piel subyacente. En estos casos debemos dejarlas que evolucionen naturalmente como parte del proceso de curación de la quemadura.
Asesoría en Epidemiología de OSDOP
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