Cuando nos preguntamos sobre las enfermedades que más aquejan a los docentes, el Síndrome de Agotamiento Profesional se constituye como una de las patologías más prevalentes. Este cuadro desemboca de episodios recurrentes de estrés en la docencia, provocando una baja de las defensas que invita a la aparición de otras enfermedades.
Analicemos la siguiente situación paso a paso. Tenemos un grupo de alumnas y alumnos ruidosos a los que tenemos que conducir, enseñar y brindar métodos para facilitar el aprendizaje. Por otro lado, tenemos un horario extenso y agotador, que abarca mucho más que la presencialidad en el colegio. Además, debemos atender las obligaciones propias, las familiares, los quehaceres domésticos, etc. También pueden afectarnos cuestiones económicas y un entorno laboral con escasa empatía.
¿Podemos extrañarnos que el estrés, la ansiedad y la depresión encabecen las solicitudes de licencias en el área de la docencia? Estas patologías terminan desembocando en el Síndrome de Agotamiento Profesional. Trabajadores de servicios relacionados con personas, educación, salud, administración pública, entre otros, padecen la enfermedad. Esto tiene que ver con las condiciones de trabajo, que implican fuertes demandas sociales.
Cuando un individuo se ve expuesto a demandas conductuales intensas y constantes, que le resultan difíciles de cumplir, aparece el estrés. Si bien la respuesta del organismo a la demanda se da casi de inmediato, muchas veces la supera. No obstante, si se produce de forma continua y repetitiva, desgasta a nuestro organismo.
El Síndrome de Agotamiento Profesional aparece cuando nuestra capacidad de respuesta decae. Como síntomas surgen el agotamiento, la fatiga, el desgaste psicológico, que implica gran pérdida de energía, y la disminución del rendimiento. Todas estas manifestaciones ocasionan sentimiento de frustración, fracaso y actitudes negativas tanto ante la tarea como hasta la propia vida.
¿Cuáles son las consecuencias físicas de este proceso? Contractura, obesidad, gastritis, dolores reumáticos y enfermedades cardiovasculares.
Tanto mantener una comunicación fluida con familiares y amigos, como reír y jugar con cierta frecuencia, colaboran a distendernos de las situaciones de estrés. Asimismo, es bueno buscar ayuda siempre que uno sienta que la necesita.
En cuanto al trabajo, se sugiere mantener una carga laboral razonable, en horarios que sean saludables. Aunque sea difícil, tratar de evitar que determinadas tareas, como la corrección de exámenes o las planificaciones, ocupen nuestro tiempo de esparcimiento o descanso.
Por otro lado, realizar ejercicios físicos de forma regular y mantener una alimentación saludable pueden ser los primeros pasos para la prevención del estrés en la docencia.
Asesoría de Epidemiología de OSDOP
Si querés conocer más sobre otras patologías comunes en los trabajadores de la educación, podés consultar esta nota sobre las Várices en la docencia.
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