A más exigencia, una máquina responde con mayor desgaste. No es así con el sistema músculo esquelético, que estimulado puede aumentar su rendimiento gracias a un plan de entrenamiento adecuado.
Ningún médico va a decir “tome un fármaco” sin dar detalles. Por el contrario, va a indicar su nombre, el objetivo clínico, en qué dosis tomarlo, con qué intervalo y por cuánto tiempo. Con el ejercicio físico ocurre algo parecido; debe ser prescripto con especificaciones claras. No basta con indicar “vaya y comience a caminar” sin evaluaciones ni precisiones médicas.
En primer lugar, se debe considerar lo que resulta prioritario reforzar en cada caso. Estas cuestiones físicas pueden tener que ver con fuerza muscular, equilibrio, coordinación, flexibilidad, capacidad aeróbica o una combinación de estas características.
Una vez diagramado el esquema tentativo, descartar cualquier tipo de limitación general que pueda sufrir el paciente. Afecciones respiratorias, cardiológicas o aquellas generadas por alguna otra enfermedad general, deben ser descartadas antes de iniciar la actividad.
También deben considerarse la inexistencia de limitaciones en el propio Sistema Osteomioneuroarticular (SOMNA). ¿Cuál sería? Algún daño estructural preexistente, por ejemplo, que resulte significativo, como una artrosis importante de cadera o rodilla. En este punto, es importante recordar que todo daño articular estructural viene precedido por alteraciones funcionales que se fueron desarrollando durante años. Particularmente, si en sus primeras etapas no fueron detectadas por los deportistas, dado que no generan síntomas.
El primer aspecto a considerar para un plan de entrenamiento es el del control motor. ¿Con qué calidad o qué tan bien hace el ejercicio propuesto? Mal hechos, muchos ejercicios terminan repercutiendo en otros aspectos como la eficiencia (el rendimiento es menor) y, luego, la eficacia (no se pueden completar). Con el tiempo pueden generar daño estructural. Algunos deportistas terminan su carrera en buen estado (“enteros”), y otros con importantes secuelas físicas.
Si bien el control motor puede aprenderse con observación, hay que tener cuidado con quién se utiliza como modelo. Así la persona puede evitar incorporar vicios motores que, posteriormente, son más difíciles de trabajar.
En deportología, el profesional se pregunta si el paciente puede realizar determinada actividad (“efectividad”), por ejemplo, repeticiones en un ejercicio de fuerza muscular. Otro aspecto a considerar es la “eficiencia”: con qué velocidad y gasto energético. Si dos pacientes pueden subir diez pisos por escalera (igual eficacia), pero uno llega fatigado y con dolores musculares y el otro no (distinta eficiencia). Claramente, el programa no puede ser igual para ambos.
Antes de empezar a movernos, resulta oportuno consultar a un especialista que realice una evaluación funcional de la persona. Un buen programa de entrenamiento equilibra los deseos de la persona con sus posibilidades y necesidades, enseñando y controlando la calidad de los movimientos antes de “salir a la cancha”. Ser autodidactas cuando ejercitamos nuestro sistema musculo esquelético no suele resultar una buena elección.
Asesoría en Epidemiología de OSDOP
Desafío MOVETE
Entre el 29 de septiembre y el 1ro de octubre de 2023 se llevará a cabo la Primera Marcha Aeróbica organizada por OSDOP.
Más información en osdop.org.ar/movete