Durante el verano estamos más expuestos al rayo de sol. Suele coincidir con las vacaciones y más momentos de esparcimiento al aire libre. En verano, entre las 10 y las 16 horas, el índice UV es mucho más elevado y los rayos ultravioletas traspasan las nubes y los lugares de sombra. Por eso, seleccionar el protector solar adecuado es una tarea importante para preservar la salud de nuestra piel.
Un buen comienzo es chequear el Factor de Protección Solar (FPS). El mismo nos indica cuánto tiempo más podemos estar expuestos al sol sin que nuestra piel sufra eritema, o sea, enrojecimiento.
La mayoría de los dermatólogos recomiendan protectores que tengan, al menos, 50 FPS. Aunque no tengamos una piel sensible, las condiciones de testeo de estos productos suelen ser diferentes a nuestro día a día. ¿Qué significa? Que su protección real posiblemente sea menor que la indicada en su recipiente.
La protección referida en el FPS es contra las radiaciones ultravioletas tipo B (UVB). Estos rayos inciden en las capas más superficiales de la piel, produciendo las quemaduras solares.
Además, el sol dispersa radiaciones tipo A (UVA), involucradas en el envejecimiento prematuro de la piel (arrugas, pérdida de elasticidad, manchas, etc.). El indicador de protección contra UVA se conoce como PPD (índice de Oscurecimiento Pigmentario Persistente).
El FPS y el PPD son dos escalas diferentes. Un buen protector solar también debe tener un alto PPD (8 o más) o un muy alto (14 o más). Si este índice no está detallado en el envase del producto, es probable que la protección solar contra radiaciones UVA sea baja.
Otra cuestión a considerar es que el protector sea resistente al agua. Esta característica va a permitirnos obtener mayor fotoprotección mientras estamos llevando a cabo actividades acuáticas. También nos protege de la sudoración que produce nuestro cuerpo.
Sin embargo, que sea resistente al agua no justifica la renovación de la protección al salir del agua, una vez que estamos secos.
En rostros y pieles secas, lo más recomendable es la presentación en crema del protector. Para el cuero cabelludo o zonas pilosas, el gel puede resultar una opción más acertada. En el caso de las pieles grasas y con tendencia al acné, tanto el aerosol como el gel pueden resultar más útiles.
En cuanto a su composición, existen los filtros químicos y los físicos. Los primeros deben ser absorbidos por la piel para empezar a actuar. Por eso, se recomienda esperar 15 minutos entre su colocación y la exposición al sol.
Los filtros químicos transforman la radiación solar en calor que es devuelto al ambiente. A medida que actúa se va consumiendo, lo que hace necesario renovar la aplicación de manera periódica. A su vez, su composición puede generarnos alguna irritación cutánea.
Por su parte, los filtros físicos están compuestos de minerales como el óxido de zinc o el dióxido de titanio. No podemos observarlos pero actúan en la piel como espejos que reflejan los rayos ultravioletas. Si bien no se extinguen, se corren fácilmente con el roce. Estos protectores suelen ser útiles para pieles sensibles. En general, los protectores solares suelen combinar ambos tipos de componentes.
Finalmente, algunos protectores solares pueden tener en su envase algún logo que detalla su impacto positivo en el medio ambiente. En este sentido, lo ideal es que estén hechos exclusivamente con minerales con óxido de zinc sin nanopartículas. ¿Por qué? El uso masivo de protectores (especialmente químicos) está generando daños en el ecosistema y alteraciones en los organismos marinos.
Asesoría en Epidemiología de OSDOP
Otras notas de interés: ¿Cómo actuar ante quemaduras solares?; El cuidado de la piel en verano; y ¿cómo usar protector solar?.
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