Podemos definir al automonitoreo como al procedimiento de recolección de datos, llevado a cabo por la propia persona. El mismo se realiza sobre alguna situación específica de su vida cotidiana, pero cuya evaluación resulte de particular interés.
El automonitoreo puede realizarse a través de distintos medios, desde el registros en papel hasta la utilización de dispositivos con memoria como un equipo medidor de presión arterial, de azúcar en sangre o las aplicaciones específicas (por ejemplo aquellas que cuentan los pasos caminados en el día). Pero más allá de los adelantos tecnológicos, el procedimiento puede efectivizarse de manera sencilla, tan solo con lápiz y papel.
En varias psicoterapias se utiliza una planilla de registro, aunque es más característico de la terapia cognitivo/conductual (TCC).
El reporte oral, no registrado, suele ser poco fiable y estar sujeto a varios sesgos o desvíos. ¿Cuántas veces has salido a caminar en la semana? ¿Por cuánto tiempo? ¿Nos acordamos con precisión? También puede suceder que la persona tenga cierta tendencia a no querer ver la situación real a cambiar o mejorar.
El uso de automonitoreo, por el contrario, proporciona una información más precisa y fiable. Le permite a la persona contar con una idea objetiva de la realidad en la que se encuentra, en relación con la condición objeto de estudio.
Además de la información que proporciona, contribuye a modificar un hábito por el solo hecho de confeccionarlo. Independientemente de los datos que aporte el registro, y aunque no se hayan desencadenados intervenciones a partir de los resultados, el automonitoreo genera una “reactividad”. ¿Qué quiere decir esto? El solo hecho de registrar una conducta suele contribuir a aumentarla si es una conducta deseable (actividad física) o a disminuirla si es no deseable (fumar).
Existen varias propuestas para explicar esta pregunta. Por ejemplo, pensar a la autoevaluación que sigue al registro, y que se da de manera positiva, como un reforzador del cambio conductual. La persona puede ver que está mejorando en su nivel de actividad física semanal, entonces tiene más deseos de continuar con el cambio.
El automonitoreo resulta útil en la medida que se oriente hacia una conducta que deseemos evaluar y, eventualmente, modificar. Debe ser un “foco de cambio”, su modificación debe ser deseable.
Para que el automonitoreo sea sostenido en el tiempo, la simplicidad en la confección resulta fundamental. Cuantas más variables de la conducta problema se intenten registrar, más complejo será el registro y menos probable su continuidad en el tiempo. En este caso, se puede considerar que “lo mejor es enemigo de lo bueno”.
Compartimos un sistema de registro simple de la actividad física. Los invitamos a intentar probarlo y comprobar si nos ayuda a movernos más.
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