Las docentes solemos acostumbrarnos, lamentablemente, a un nivel de ruido mayor al recomendado. Durante los recreos, las excitadas charlas de las niñas; los niños detrás de una pelota o algún juego brusco. A veces, el murmullo se traslada a las aulas y las voces se elevan mientras nosotras permanecemos concentradas en la clase. En definitiva, el contexto laboral suele atentar contra nuestra salud auditiva.
El sentido de la audición permite percibir los sonidos que nos rodean. A través del oído podemos relacionarnos con el entorno y comunicarnos con las demás personas. Por eso, la salud auditiva es vital para nuestro desarrollo a lo largo de toda la vida.
Algunas señales pueden alertarnos sobre afecciones en el oído, infecciones o disminución de nuestra capacidad de percepción, como la hipoacusia. Tal vez, los signos más notorios sean la presencia de zumbidos y la sensación de tener el oído tapado.
En ambientes ruidosos como el patio del colegio, debemos prestar especial atención a las dificultades que se presentan a la hora de comunicarnos con los demás. Elevar la voz o necesitar que nos repitan los mensajes son señales de que nuestra salud auditiva puede estar sufriendo alteraciones.
Recordemos que los oídos son órganos delicados que merecen atención para prevenir complicaciones o infecciones. A su vez, no todo es culpa de nuestras alumnas y alumnos. El uso de dispositivos a volumen elevado -sobre todo mediante auriculares- o el ruido del tránsito en los centros urbanos también producen contaminación sonora.
Por su parte, si tenemos niñas y niños pequeños, es importante prestar atención a su reacción ante las voces familiares y los sonidos fuertes. A edad temprana, la audición está ligada fuertemente al retraso o ausencia del lenguaje, y posibles dificultades para el aprendizaje.
Muchos problemas en la escucha están relacionados con la exposición a la humedad. Con frecuencia, se han popularizado prácticas incorrectas sobre la higiene de los oídos que pueden provocarnos complicaciones a nuestra salud auditiva.
El agua atrapada en nuestro oído puede propiciar la presencia de hongos y bacterias. Colocar unas gotas de alcohol mezcladas con vinagre blanco ayuda a secarlos, evitando la proliferación de bacterias y reduciendo el riesgo de infecciones.
Para limpiar el interior, nunca debemos utilizar hisopos de algodón porque empujan la cera hacia adentro. Tampoco tenemos que recurrir a objetos como hebillas o clips ya que no podemos bloquear el tímpano sino también herir e infectar el oído.
En caso de notar exceso de cera, lo recomendable es limpiar el pabellón auricular con papel tisú de forma suave.
Finalmente, asegurarnos de estar vacunados contra el sarampión, la rubeola, las paperas y meningitis. Estas enfermedades pueden afectar, entre otros órganos, a nuestros oídos.
¿Querés conocer como detectar la hipoacusia en el aula? Te recomendamos leer esta nota.
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