Todas hemos sufrido heridas. En la piel, en los músculos, o en cualquier otro de los tejidos de nuestro organismo. Dejemos de lado los corazones rotos, y enfoquémonos en las lesiones causadas por elementos cortantes y los golpes. La principal característica de las heridas es que pueden provocarnos infecciones y hemorragias.
Lo primero es poder distinguirlas en una sencilla clasificación. Las raspaduras o heridas abrasivas son aquellas que se producen por el contacto de la piel con una superficie áspera. Un ejemplo son las rodillas que se raspan con las baldosas en la calle, o el césped sintético en una cancha de fútbol o hockey.
Por su parte, las heridas contusas son aquellas causadas por golpes con objetos sin punta ni filo. Estas lesiones son cerradas y no hay hemorragia visible, por lo que no corremos peligro de infección. Sin embargo, la hemorragia puede ser interna, y es probable que forme moretones.
Las heridas punzantes son originadas por objetos penetrantes. Una astilla, un clavo, una aguja, un cuchillo, una tijera, están entre los objetos que pueden provocarlas. Si bien estas lesiones siempre presentan una herida visible, también podemos sospechar de un sangrado interno producto de su profundidad. Estas heridas no son fáciles de limpiar y es probable que se infecten.
Cuando las heridas son producidas por el filo, por ejemplo, de un cuchillo, se trata de heridas cortantes. En este caso, el sangrado suele ser abundante.
La primera recomendación para tratar una herida es utilizar, en lo posible, guantes de látex para evitar su contaminación y el contagio de enfermedades. Con cuidado, retirar la ropa que cubre la herida.
Podemos limpiarla bien con agua y jabón, con gasas y solución salina, o con agua segura. Lo importante es quitar la tierra, el exceso de sangre y la suciedad que pueda haber quedado.
Para evitar posibles infecciones, aplicar un antiséptico como lodopovidona (Merthiolate u otras marcas) o clorhexidina (Pervinox u otra). Luego es importante proteger la herida con gasa limpia, y nunca usar algodón.
En el caso de las heridas contusas, es importante aplicar hielo inmediatamente después del golpe. Una vez que la herida se puso morada, podemos colocar paños de agua tibia para hacer disminuir la hinchazón.
Por su parte, los cortes y heridas punzantes exigen ante todo resolver la pérdida de sangre. Para ello debemos tratar de juntar los bordes de la herida presionando fuerte con la mano o, en lo posible, a través de un pañuelo limpio. Luego debemos colocar vendas, una encima de otra, hasta que la sangre deje de atravesar las mismas.
Ante heridas de sangrado continuo, con armas, o cuyo objeto permanezca dentro del cuerpo, llamar a emergencias de manera inmediatamente. Hasta la llegada de los profesionales médicos, es importante que la persona herida no se movilice. De ser posible, realizar vendajes con gasas o paños limpios para evitar que la herida empeore.
Fuentes: Ministerio de Salud.
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