Durante el metabolismo se generan calorías que provienen de los alimentos. Al combinarse con el oxígeno, producen la energía que utiliza nuestro organismo para sus múltiples funciones. Con la edad, se producen cambios en nuestro metabolismo que modifican, por ejemplo, la alimentación.
A partir de los 50 años, nuestras capacidades sensoriales comienzan a disminuir. La edad trae consigo alteraciones en el sabor y el aroma. Disminuye, por ejemplo, la sensación de sed. Es importante tener en cuenta este cambio para evitar que nuestro cuerpo esté predispuesto a la deshidratación.
También ingerimos menos alimentos. A medida que envejecemos el metabolismo va a influir en la pérdida de peso. Esto se debe a que sentimos más saciedad y, por ende, comemos menos.
Pero nuestro cuerpo no solo pierde masa grasa, sino también tono y masa muscular. En esto también contribuyen los cambios en el sistema nervioso, propios de la edad, facilitando su rigidez.
La disminución de la masa magra, que está libre de tejidos adiposos, y el aumento de la grasa corporal, provocan una ralentización del metabolismo. Durante nuestra adultez vamos necesitando cada vez menos energía ya que en el día a día nuestra actividad física comienza a reducirse de manera paulatina.
Otros cambios en nuestro metabolismo que trae la vejez, también disminuye la secreción de hormonas de crecimiento y sexuales. También se modifica la distribución corporal, acumulando más grasas a nivel hepático, intrabdominal e intramuscular. La acumulación en mucho menos subcutánea, como sucede principalmente en las personas más jóvenes.
Asesoría en Epidemiología de OSDOP
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